Enseñar aprendiendo

El desconfinamiento de los niños.

La noticia ha llegado. Los niños van a poder salir a la calle. Aunque aún no se sabe cómo ni en qué condiciones, al menos sabemos el cuándo. A partir del próximo 27 de abril se permitirá que los niños (parece que se va a dar prioridad a los menores de seis años) salgan un ratito a la calle.

Tras semanas de incertidumbre en las que muchos han solicitado que se tomase esta medida y muchos otros la han criticado, ha llegado el momento de la verdad. Ahora son los padres y cuidadores quienes se hacen las mayores preguntas. Mientras que el cómo, por cuánto tiempo y, en general, en qué condiciones van a poder salir los niños a la calle nos lo van a imponer de manera externa, hay otras cuestiones que los organismos del gobierno no pueden responder y a las que muchos progenitores se van a tener que enfrentar.

¿Qué ocurre si no quiere salir? ¿Y si le ha cogido tanto miedo a la calle que tiene pánico a pisar incluso el portal? ¿Cómo hago para que entienda que sólo puede salir un rato? Son algunas de las dudas más comunes estos días entre quienes van a acompañar a los niños en sus salidas.

Como en casi todas las situaciones la verdad suele ser la mejor salida. Expliquemos a los niños la situación real y tengamos más confianza en sus capacidades. Todo esto, claro, depende mucho de la edad y el nivel de desarrollo del niño en todos los sentidos, pero podemos adaptarlo en gran medida. Utilizar un lenguaje adecuado al niño (que no quiere decir infantilizado) para explicar conceptos clave suele ser de gran ayuda.   

En ocasiones, demasiadas, volcamos en los niños nuestras propias inseguridades y miedos, nuestra incapacidad para comprender la realidad.  Creemos que no serán capaces de entender algo para lo que están perfectamente preparados. Y esto sirve tanto para confiar en su capacidad de entendimiento y comprensión como para trasmitir la situación de una forma adecuada. 

Están siendo momentos tremendamente difíciles en una situación que la mayoría de los adultos jamás hemos vivido. Es normal tener miedo y a algunos ese miedo puede superarnos y controlarnos más de lo recomendable. Pero no ganamos nada asustando y alarmando a los niños, transmitiéndoles nuestros propios miedos e inseguridades. Tratemos de diferenciar precaución y responsabilidad de pánico y descontrol y procuremos transmitirlo en consecuencia.

Tampoco es necesario martirizarse. Somos humanos y estamos llevando la situación lo mejor que podemos y sabemos. Es suficiente. Nadie está preparado para situaciones extremas, así que lo que nos queda es aplicar en ellas las herramientas que poseemos: resiliencia, empatía, paciencia, comprensión y muchas otras que forman parte de todos nosotros. La buena noticia es que eso ya es mucho.

Si llegado el momento un niño no quiere salir a la calle, obligarle no dará el mejor de los resultados. Al menos no si lo que queremos es que ese miedo que siente no lo domine y pueda empezar a llevar una vida más o menos normal. Hay una diferencia no siempre evidente pero sí existente e importante entre fomentar una actitud y obligar a adoptarla. Podemos animar al niño a que salga, hacerle saber que si tomamos las medidas necesarias es seguro hacerlo y transmitirle que estaremos con él en todo momento. Eso, muy probablemente, bastará para que, un poco antes o un poco después, se anime a salir a la calle. Lo que no deberíamos hacer es sacarlo en brazos mientras grita, llora y patalea porque no quiere salir. 

De todo esto se pueden hacer simulacros en casa si se cree que va a servir de ayuda. Se puede, por ejemplo, practicar a ponerse la mascarilla y estar un rato con ella puesta sin tocarla. Se pueden utilizar muñecos y juego simbólico para simular la salida y entrada de casa. También podemos hacer que ellos sean quienes cuenten a sus muñecos la situación (a veces explicar nosotros mismos algo nos ayuda enormemente a poner en orden las ideas) o incluso inventarnos un juego nuevo y concreto que podamos aplicar cuando salgamos. 

Si finalmente salimos, también es muy posible que les guste y que la idea de volver a encerrarse en casa no les resulte nada atractiva. Ahí nos toca volver a acompañar y validar sus sentimientos. Es cierto que tenemos que volver a casa y es cierto que posiblemente no podemos permitirnos darles mucho margen, pero eso no tiene porqué implicar que no podamos hacerlo de la manera más respetuosa posible. Puede ser muy útil poner nombre a lo que están sintiendo, explicarles cómo se sienten y hacerles saber que lo comprendemos. Incluso podemos mostrarles cómo nos sentimos nosotros, que seguramente no distará mucho de como se sienten ellos. 

Han pasado más de un mes encerrados. La mayoría de las familias con niños que conozco me han transmitido en este tiempo lo sorprendidos que estaban por lo bien que lo llevaban. Correspondamos a su admirable comportamiento. Tengamos paciencia, ellos ya han tenido bastante.