Enseñar aprendiendo

Niños y confinamiento. La cara olvidada de la realidad.

Se veía venir. Eso dicen ahora. Y puede que sea cierto, o puede que no. En cualquier caso esta situación nos ha pillado a todos desprevenidos. A gobiernos, organizaciones, empresas y también a todos los demás. 

Las familias se han visto metidas de lleno en una situación que deben manejar de la mejor manera que sepan, con teletrabajos o desplazamientos obligatorios al lugar de trabajo, niños en casa sin colegio pero con un montón de tareas, situaciones familiares complicadas y mucho más. Todo ello bajo la cruel mirada de la enfermedad. La sociedad se ha visto desbordada por el desmoronamiento de una estabilidad que parecíamos dar por segura. 

 Pero si algo bueno podemos sacar de esta durísima realidad que nos ha tocado vivir es aprender a valorar lo realmente importante de nuestras vidas. Eliminado de la ecuación el consumismo desatado, resulta que no era tan necesario. Porque lo mejor que tenemos está dentro de casa, y también fuera. Porque en momentos así el apoyo, el amor y la solidaridad son las palancas que mueven el mundo. 

Sorprendidas. Así están estos días la mayoría de las familias que, con niños en casa, están comprobando lo bien que estos llevan el confinamiento. Parecían esperar que la situación en sus casas se volviese insostenible en pocas horas y no ha sido así. 

¿Por qué? Bueno, pues la cantidad de recursos de que disponemos hoy en día ayuda a sobrellevar el encierro, como también influyen otros factores como la edad de los niños o el tamaño de la pila de juegos de mesa que se tengan en casa. Sí, todo eso cuenta, pero no es el factor determinante. Lo que ha hecho que la mayoría de los niños lleven mucho mejor de lo que esperábamos esta situación es otra cosa. Los niños están bien porque tienen con ellos lo que más quieren y les importa en el mundo: a sus padres y a sus madres, a sus figuras de apego, a su familia. 

En la mayoría de los casos esos mismos niños pasan un período muy corto de tiempo al día con su familia y muchas horas en el colegio o con cuidadores. No es de extrañar que tener la compañía continua de sus padres les guste. Pero eso no quiere decir que no estén sufriendo con el confinamiento.

Ellos están siendo la cara olvidada de la sociedad. Ellos, que parecen sufrir con menor gravedad las consecuencias de una enfermedad que está atacando a muchas personas, están viendo eliminadas sus necesidades básicas a fin de salvaguardar la salud de los demás. Porque en su caso –ni en el de nadie, pero en la infancia mucho menos- el tiempo de movimiento y juego no es un capricho. Correr y reír, moverse y jugar no es mero entretenimiento, es indispensable para su desarrollo. 

Pero los niños tienen una capacidad enorme de adaptarse a nuevas situaciones cuando sus necesidades afectivas están cubiertas. Aunque se quejen –solo faltaría que les quitásemos también eso- un beso y unas cosquillas obran milagros estos días. Días en los que los adultos también necesitamos dejar salir nuestras emociones y compartirlas con los demás. Porque es normal tener miedo. Seas niño o adulto, ante una situación como la que estamos viviendo, ser conscientes de lo que sentimos, compartirlo y validarlo, es una potente herramienta para no dejar que nos domine. 

Cuando todo esto pase deberíamos recordar que los niños fueron parte fundamental para superarlo. Les hemos pedido que se comporten como adultos, y no lo han hecho. Porque se han comportado mucho mejor, como solo los niños saben hacerlo. Han respondido con amor incondicional.