Enseñar aprendiendo

Porque eres una mujer.

El próximo 8 de marzo se celebra el Día Internacional de la Mujer y, desde hace unos días, los mensajes feministas se suceden en redes y demás medios de comunicación. Y aquí esto yo, que siempre he pensado de mí misma que soy feminista pero que me he mantenido en un discreto lugar al respecto durante gran parte de mi vida. No fue hasta hace unos años que empecé a manifestar mis opiniones al respecto de forma clara y sin miedo.

Posiblemente porque creía tener la suerte de no sufrir las discriminaciones de género que sí padecieron quienes no hace tantos años no podían votar, o abrir una cuenta en el banco. Seguramente porque es cierto que, gracias a las que sí tuvieron que vivirlo, el panorama es mejor que el que ellas tuvieron que sufrir. Probablemente porque el machismo está actualmente instaurado de un modo diferente en la sociedad. 

 Es más que posible que esa posición me convierta en egoísta. Porque yo no había vivido en mis carnes tales desigualdades no me molestaba en vincularme de manera pública e inequívoca con un movimiento que defiende los derechos de las mujeres. 

Pero los años pasan. La niña que creía que podía ser igual que un niño, esa por cuya cabeza ni pasaba la posibilidad de que por no tener un pene entre las piernas fueran a tratarla diferente, se da de bruces con la realidad. No era que yo no hubiera sufrido discriminación de género, sino que había normalizado lo que me sucedía. Tomaba como normales las cosas que habitualmente se le dicen e inculcan a una niña que debe comportarse como tal y que, algún día, se convertirá en mujer.

Cuando eres aún una niña no resultas peligrosa. Casi parece gracioso que no quieras llevar vestidos o que te guste jugar entre el barro y aprender artes marciales. Tu parecido con los niños de tu edad despierta sonrisas cargadas de condescendencia que tú todavía no puedes comprender. 

No representas una amenaza para nadie, aún. Pero el terreno ya se está sembrando para evitar que lo seas en el futuro. Y conforme van pasando los años, más claro es el mensaje. 

Porque eso no es de señoritas, porque debes aprender a llevar una casa, porque te pones muy fea cuando lloras, porque el pijama rosa es para las chicas, porque no hables de la regla que incomodas, porque hay que tener cuidado con los chicos, porque es peligroso que vayas sola de noche, porque esa falda es de puta, porque pareces una monja, porque llevas poco maquillaje, porque deberías arreglarte más, porque te arreglas demasiado, porque eres una mandona, porque no sueltes la bebida de la mano si sales, porque no solo hay que ser decente sino parecerlo, porque qué va a pensar la gente de ti, porque así no vas a gustar a nadie, porque ya vas teniendo edad para tener novio. Porque eres una mujer

Pero eso es lo normal. A todas nos educan así. En realidad lo hacen por nuestro bien, para que sepamos qué es lo que nos espera en el futuro. Porque el mundo es como es. De nada sirve que te creas algo que no eres. ¿No? No.

La discriminación de género no es algo que comience cuando tratas de acceder a un puesto de trabajo. No empieza cuando te pagan menos que a tu compañero varón. No se inicia al tener que coger un taxi al salir de la discoteca porque no te atreves a volver a casa sola. No la desencadena un comentario sexual dicho por el transeúnte que paseaba por la misma acera que tú. 

La desigualdad de las mujeres se engendra mucho antes. Porque puede que el sexo lo determine la naturaleza, pero lo que implica es algo que nos inculca la sociedad. La educación en la igualdad es imprescindible y fundamental. Para todo, para todos.

Si el mundo es como es, estamos aquí para cambiarlo. Porque somos mujeres. Porque todos los seres humanos deberíamos ser iguales. Porque todos deberíamos ser feministas.