Enseñar aprendiendo

Las fotografías y vídeos de la escuela infantil.

Realizar fotos y vídeos de los niños en la escuela infantil es de lo más común entre los educadores. Los padres quieren ver a sus pequeños disfrutando del tiempo de colegio. Les gusta que se les envíen periódicamente imágenes o escenas de los niños, tomadas mientras ríen y realizan actividades. 

Es una necesidad, la de ver a tu hijo, o nieta, o sobrinito y saber que está bien y que disfruta, que comprendo. Ya no solo por el deseo básico de su bienestar sino porque ayuda a paliar esa vocecita que llevamos dentro y que nos acecha cuando pasamos más horas de las que serían recomendables en el trabajo. La realidad laboral dista mucho de permitir una conciliación real y muchas familias sienten que se están perdiendo parte importante de la vida de sus hijos. Las imágenes que les remitimos les ayudan a sentirse mejor.

Pero es ese escenario, la de las risas y las actividades felices, una representación falsa de la realidad. No porque los niños no estén contentos en la escuela, que lo están. Sino porque del mismo modo en que un niño no se pasa todo el tiempo que pasa en casa riendo, tampoco lo hace en la escuela. Pero las imágenes de llantos, enfados y mocos no se envían. Esas no quedan bien. No dan buena imagen.

Y yo no sé si es que nos creemos realmente que los niños en el cole están realmente así, viviendo en un permanente estado de exaltación de la alegría, o es que queremos creerlo y no nos importa si es cierto o no. 

Porque es bonito ver algunos momentos concretos, pero siento que en el transcurso de la toma de imágenes se pierde mucho tiempo que podría invertirse en el bienestar real de los niños. Siento que hay demasiado de artificio en unas escenas que solo muestran la cara más amable y divertida del día a día y que obvian conscientemente rabietas, pañales y tropiezos; aun cuando todos ellos sean naturales y necesarios para el desarrollo.  

La espontaneidad nunca es total cuando hay una cámara grabando o fotografiando lo que haces. Los niños, más ahora que saben de nuevas tecnologías tanto o más que nosotros, sienten su presencia y pierden la libertad. Pero es que la escuela infantil está para eso, para experimentar sin filtros y sin trucos. 

La escuela infantil debería ser un lugar en el que la expresión de la infancia alcanzase sus máximas cotas de verdad. Soy consciente de que los horarios y planes de estudio no lo permiten, pero al menos deberíamos tender hacia ello. 

Para mi la magia está en ese cambio de pañal completamente apestoso que tiras entre guiños mientras el niño se ríe a carcajada limpia y tú le haces pedorretas en la tripa. Lo auténtico está en esa rabieta descontrolada que has calmado con un abrazo en el que le dices al niño que entiendes como se siente. Lo especial está en cada gesto o palabra de todos y cada uno de esos niños con los que compartes tu día a día. Así, sin filtros, sin cámaras. La primera infancia.