Informar o juzgar.
Una mañana de sábado, tres amigas y un rato de charla. Eso es todo lo que hace falta para que de forma distraída se saque a colación un tema como este: informar o juzgar. ¿Es lo mismo? Parece claro que no pero, ¿cómo diferenciarlo? Eso ya no resulta tan sencillo.
Porque todos tenemos opiniones. Casi de forma inconsciente nos formamos una opinión de casi todo lo que vivimos o presenciamos en el día a día. La cuestión a debate es cuándo está justificado emitir esas ideas y cómo hacerlo.
Quienes hacemos divulgación de cualquier tipo creemos en la información de calidad (al menos la mayoría de nosotros, que de todo hay) y en que esta pueda estar disponible para quien quiera consultarla. Eso supone que las recomendaciones o declaraciones que expresamos son formadas e informadas. Aun así, no es fácil separar informar de juzgar.
Hay pocas situaciones en la vida que se libren de las opiniones ajenas, y la educación infantil no es una excepción. Todo el mundo se cree con derecho a juzgar las acciones de otros. Por eso he querido exponer aquí unas cuantas ideas que se me ocurren para evitar juzgar a los demás. Criterios de filtración que pueden ayudarnos en la nada sencilla tarea de ayudar sin juzgar a los demás.
He diferenciado la divulgación de las situaciones en las que interactuamos directamente con una persona en un contexto social determinado. Lo he hecho así porque creo que son contextos totalmente distintos y que, aunque ninguno está libre de caer del lado negativo de la ecuación, merecen ser tratados con distintas pautas.
En el caso de la divulgación estos podrían ser algunos de los criterios a tener en cuenta para valorar que estemos informando y no juzgando:
– Formarse de manera continua. Para poder hablar con profesionalidad de cualquier tema es necesario que nos mantengamos formados y actualizados. No comprendo mi profesión actual, ni ninguna otra, sin un continuo aprender (y desaprender, que a veces también es necesario) que se logra día a día.
– La información que se da tiene como objetivo un público generalista. Divulgamos con información que va dirigida a todo aquel que la quiera o necesite. Me encanta llegar al mayor número posible de personas porque eso significa que mi labor, mi trabajo, tiene repercusión y es reconocido. Nunca emito una opinión ni doy información que apele directamente a otra persona.
– Actitud crítica no es lo mismo que criticar. Creo que es sano tener una actitud crítica ante realidades que creemos que merecen un cambio; sano y necesario. Pero abogar por ese cambio no es lo mismo que criticar la situación de particulares de los que desconocemos su situación.
Si nos preguntamos por nuestro comportamiento en las relaciones personales del día a día, se me ocurren un par de criterios que pueden librarnos de muchos problemas:
– Pregunta. Porque cuando la persona a la que vamos a decirle algo es alguien cercano y creemos tener la confianza para hacerlo es, en ocasiones, cuando más inoportunos somos. Preguntar si desean recibir un consejo o información sobre un tema concreto antes de hablar sobre él, puede ser una buena opción.
– Cállate. A veces es así de simple. Si nadie ha pedido tu opinión, probablemente sea la mejor opción.
¿Os sentís identificados con estas situaciones? ¿Creéis que habéis juzgado a los demás o habéis sido juzgados en demasiadas ocasiones? Es una línea que a veces no es fácil de percibir, pero todos agradecemos poder informarnos sin sentirnos juzgados.