Dímelo leyendo

Recomendación literaria: Cuentos en verso para niños perversos, de Roald Dahl.

Hay autores con los que uno crece y aprende, autores que hablan a los niños de tú a tú, con respeto. Roald Dahl hizo de su literatura un universo de sucesos fascinantes que narró sin ninguna clase de condescendencia. Resulta difícil pensar en nada siquiera parecido hoy día. Probablemente porque al propio Dahl le sería imposible publicar en la actualidad libros como los que escribió, historias que leídas en la edad adulta sorprenden por su excelencia. Por suerte para nosotros, gracias al prestigio que acompaña al autor y al paso del tiempo (que parece que todo lo diluye o disimula), podemos disfrutarlas. 

En su poder estaba la capacidad de trasladar historias crudas, muchas veces crueles, y siempre de una calidad insuperable, de la mejor forma posible: con humor e ironía. Y eso que los niños son, en la mayoría de ocasiones, quienes se llevan la peor parte en la historia. Pobreza, soledad, hambruna, acoso o maltrato infantil  son algunas de las situaciones en las que Dahl pone a sus pequeños protagonistas quienes, sin embargo, nunca se quejan de su desgraciada suerte. Sus libros están llenos de personajes fuertes y valerosos, dispuestos a superar a los malvados que pretenden menoscabarlos. Papel este que, dicho sea de paso, suele recaer en un adulto.

Quizá fuera por ese sentido del humor negro y de la sátira por lo que decidió que contar los cuentos clásicos de una forma distinta sería divertido. Y vaya si lo es. En unas setenta páginas Dahl reinventa seis historias clásicas transformándolas en unos gamberros y tremendamente imaginativos versos que narran los Cuentos en versos para niños perversos:La Cenicienta, Juan y las habichuelas mágicas, Blancanieves y los siete enanitos, Ricitos de Oro y los tres osos, Caperucita Roja y el lobo y Los tres cerditos. 

Todos los cuentos están acompañados por las ilustraciones de Quentin Blake, ilustrador ya indisociable al autor, cuya línea sencilla y desenfadada encarna magistralmente las historias de Dahl. Todos los que hemos leído algo de la obra de Roald Dahl tenemos en la mente imágenes de sus personajes: escuetos, desaliñados y casi sucios, pero extremadamente precisas representaciones de su prosa.

Incluso la traducción merece una mención en esta obra. A nadie se le escapará que traducir versos así no es una tarea sencilla. El traductor tiene que sortear las complejidades de trasladar la esencia de la obra, tratando además de ser fiel a la literalidad de lo escrito. Y aunque, si se puede, leer la versión original siempre es más atractivo, se ha hecho un gran trabajo en la edición en castellano.

Habiendo regalado en algunas ocasiones ejemplares de esta obra, puedo asegurar que siempre ha sido un éxito de crítica. Lo cual, teniendo en cuenta lo exigente que es el público infantil con sus lecturas, no es moco de pavo. La musicalidad con la que están escritos los versos y el cambio de argumentación respecto a las narraciones clásicas atraen especialmente a los más pequeños.

Que nadie espere encontrar en este libro doncellas desesperadas por encontrar a su príncipe azul, ni niñitas rubias e inocentes que comen sopa en compañía de animales, o cándidas princesas que pasan el tiempo limpiando pequeñas casitas. No, aquí nada es lo que parece. Todo es distinto y, por qué no decirlo, puede que mejor: seis historias modificadas y destinadas a niños perversos que quieran leer los clásicos de un modo distinto.