Dímelo leyendo

La literatura en la infancia. En defensa del carácter literario de la literatura.

Leer es bueno para los niños. Al menos eso es lo que oímos sin parar. En cualquier conversación en la que entra en juego el tema, que los niños lean y tomen contacto con los libros se convierte en algo imprescindible en boca de todos. Y esto es así a pesar de que la realidad es que tanto adultos como niños leemos mucho menos de lo que sería óptimo.

Pero ¿qué hace realmente la literatura? Si tanto ayuda al desarrollo deberíamos poder nombrar aspectos concretos del mismo en los que tenga repercusión.

Para empezar los beneficios de la literatura incluyen los de su influencia directa en competencias básicas como el desarrollo del lenguaje y el aprendizaje lectoescritor. Podemos afirmar que leer cuentos (o escucharlos en el caso de que aún no sepan leer) influye directamente en la mejora del habla; tanto en la destreza y soltura a la hora de expresarse como en la cantidad de palabras que se conocen. El acto de tener que seguir una historia acentúa asimismo su capacidad de atención y concentración. 

El plano afectivo es otro de los que más se ven influidos por el hábito lector. Cuando los niños son pequeños sólo tienen la posibilidad de escuchar historias por medio de nuestra intervención. Bien sea leyendo cuentos, bien asistiendo con ellos a representaciones teatrales, bien cantando o recitando, los momentos que se comparten son íntimos y especiales. 

La literatura será un factor importante para conformar su personalidad. La conducta y comportamiento de los niños se rige en la primera infancia, y después también en grados diferentes, por sistemas de imitación y referentes. Crear el hábito literario desde pequeños les dará una visión amplia del mundo y la sociedad; y les ayudará a integrarse y desarrollarse en la misma.

Todo esto sucede simplemente por el mero hecho de acercar la literatura a los niños, es decir, sin que medie una intencionalidad educativa para conseguirlo. Es lo que denominamos el carácter literario de la literatura. Y es que la literatura no debería ser nunca un medio para un fin. Leer (o que nos lean, o que nos cuenten un cuento) debe basarse en disfrutar con ello. 

La gratuidad de la literatura es imprescindible para tener una relación sana y duradera con la misma. Es la premisa necesaria para que el interés de los niños continúe durante todo su crecimiento y se mantenga en su vida adulta. Así, que los primeros contactos con el mundo literario se basen en los mismos principios es indispensable. 

Eso no quiere decir que no podamos aprovecharnos de los muchos beneficios que ofrecen los casi infinitos temas que se pueden tratar en un libro. Ya hemos dicho que incluso sin que hayan sido creados con un fin educativo concreto, los textos literarios tienen muchísima repercusión en múltiples ámbitos del desarrollo. Pero siempre podemos escogerlos de forma intencionada para tratar temas precisos que nos interesen por una u otra razón. De hecho, es lo que debemos hacer. Como adultos recae en nosotros la responsabilidad de la selección de los materiales. Lo que no debemos olvidar es que el que la intención didáctica domine sobre el disfrute es un error. 

Tanto si el libro que estamos leyendo es un cuento con desarrollo narrativo, como si es un libro interactivo o cualquiera de los formatos que existen, que el niño disfrute de ellos debe ser el objetivo principal. A partir de ahí entran en juego los demás factores y podemos trabajar con los niños todos los temas que queramos.