Enseñar aprendiendo

Educación emocional (I). Lo que la educación emocional no es.

La educación emocional está de actualidad. Los últimos meses, en los que todos hemos pasado por una pandemia sanitaria que sigue presente y por el confinamiento necesario para parar su avance, han puesto en la palestra la necesidad de educar en la empatía y la resiliencia entre otras habilidades relacionadas con la parte emocional del ser humano.

Pero las carencias del sistema educativo, que ha relegado hasta casi hacerla desaparecer una educación que tenga en cuenta el aspecto emocional, venían de mucho antes. La crisis sanitaria no ha hecho más que mostrar con más claridad los fallos de los que adolece la educación. Esa misma educación que con orgullo hemos calificado de competitiva y que está basada en la adquisición de conocimientos teóricos. 

Así las cosas, cada vez más padres y madres se interesan por la educación emocional. La etapa infantil se presenta como el mejor momento para incidir en ella y las familias quieren saber qué es y, sobre todo, para qué sirve. Porque si a algo estamos acostumbrados es a que la educación nos de resultados rápidos y visibles. Aunque un ser humano pueda llegar a vivir cien años, los resultados de lo aprendido queremos verlos de inmediato, a poder ser con un examen estandarizado de por medio que nos diga si lo ha aprendido muy bien, solo bien o si necesita mejorar.

Tener en cuenta la faceta emocional del ser humano, además de la cognitiva y la motora, tiene muchas y muy importantes implicaciones. No obstante, ninguna de ellas podría ser evaluada con un examen sobre conocimientos como los que se realizan sobre matemáticas o lengua. 

Entonces, ¿qué es la educación emocional? Y ante todo ¿para qué sirve? Quizá lo mejor sea empezar por explicar lo que no es la educación emocional y para qué no va a servirnos. Nada mejor que descartar expectativas para saber a qué nos enfrentamos.

  • No elimina las rabietas. Nos gusten o no, las rabietas son parte ineludible del crecimiento de los niños y nada las va a eliminar. Empiezan a producirse sobre los dos años de edad, cuando el niño comienza a manifestarse como un yo independiente y son completamente necesarias en su desarrollo.
  • No es un método para lograr que los niños dejen de llorar. Al contrario de lo que, en muchas ocasiones, se nos ha hecho creer, llorar no es malo. El llanto es una forma de manifestación de muchas posibles emociones. Desde la tristeza, la rabia o la alegría, llorar es una expresión que, en la infancia, más que reprimir, debemos acompañar.
  • No va a conseguir que los niños nos obedezcan. La obediencia es un concepto que habitualmente se aplica basándonos en el miedo a la consecuencia. Los niños no deberían obedecernos, deberían respetarnos. Así pues, la educación emocional no va a conseguir que los niños sean robots que hagan caso de cualquier indicación nuestra.
  • No pretende que dejemos de sufrir. La educación emocional pretende muchas cosas, pero dejar de sufrir no es una de ellas. Pretende que seamos capaces de gestionar nuestras emociones y, con ello, evitar que tomen el control de nuestras vidas. Con ello viviremos mejor, pero no dejaremos de sufrir. El sufrimiento es inherente a la vida y no podemos eliminarlo. 
  • No ambiciona que estemos siempre contentos. Al igual que es imposible eliminar el dolor de nuestras vidas, tampoco es posible estar siempre en un estado de alegría o felicidad. Aunque son emociones que nos hacen sentir bien, también tienen su parte menos amable.
  • No está basada en el yo. Como seres sociales que somos, los humanos necesitamos de la compasión y la empatía en nuestras vidas. La capacidad de ponernos en el lugar del otro cuando sufre, cuando está nervioso o cuando, simplemente, no se siente bien es algo maravilloso. La faceta social es indisociable de la educación emocional. Sin embargo, debemos partir del trabajo propio, de la autorregulación emocional para ayudar a los niños a aprender a regularse a sí mismos.  
  • No es evaluable. Al menos no con los sistemas tradicionales de medición de conocimientos. La educación emocional es visible en todos los ámbitos de nuestras vidas, y nos acompaña durante todas nuestras etapas de crecimiento como seres humanos.

Ahora que sabemos algo más sobre lo que no podemos esperar de la educación emocional, podemos avanzar en su comprensión.