Dímelo leyendo

Recomendación literaria: El pequeño Nicolás, de Goscinny y Sempé.

El Pequeño Nicolás es una de esas series de libros que todo el mundo conoce, y por mérito propio. Creada por René Goscinny como guionista (a quien seguro que también conocéis por ser el creador de Astérix) y Sempé como dibujante, es todo un clásico de la literatura infantil. La serie comenzó a publicarse en el formato de historias cortas reunidas que conocemos en los años sesenta, y continuó haciéndolo tras la muerte de Goscinny, cuando su hija quiso recuperar las historietas que habían quedado sin edición. 

Todos los libros que podemos encontrar de El Pequeño Nicolás son más que recomendables, y centrarme en alguno de ellos carece de sentido para mí. Lo que yo quiero es recomendar al completo la serie, diciéndoos que si por un casual no habéis leído alguno de los libros que la conforman, corráis a vuestra librería de confianza a por él. Será probablemente lo más enriquecedor que hagáis hoy.

Actualmente en España podemos encontrar todos los libros editados por loqueleo, del grupo Santillana. Para los que no podemos leerlos en el francés original, la traducción de Miguel Azaola no defrauda y mantiene el tono tierno y humorístico con el que Goscinny creó a los personajes y sus historias. Los niños, a partir de los ocho o nueve años, ya pueden disfrutar plenamente de las aventuras del protagonista. Identificarse con ellas les será fácil pues, a pesar de que el paso del tiempo y los cambios sociales se hacen patentes en más de una ocasión, los niños siguen siendo niños; los mismos niños. Inocentes, traviesos e intensos, por todo lo que hacen no pasa el tiempo.

He conocido a Nicolás siendo adulta, hace tan solo unos años y sé que si lo hubiera descubierto de niña habría disfrutado muchísimo con la lectura. Joaquín, Alcestes, Godofredo, Eudes, Clotario, Agnan, Majencio, Rufo o María Eduvigis forman ya parte de mi vida. Son compañeros de colegio y aventuras de Nicolás, y un poco también de las mías. De esas correrías que viví de niña o de las que vivo ahora a través de los niños a quienes acompaño en su crecimiento. 

Si hay algo que consigue la obra de Goscinny y Sempé es transmitirnos que no hay forma más bonita y divertida de ver el mundo que a través de los ojos de un niño. Nicolás y sus amigos juegan a vaqueros, se ríen, inventan carreras con el chasis del coche del desguace, se pelean, se meten en problemas con el cuidador del recreo, lloran, hacen enfadar a sus padres, leen historietas, quieren ser como los protagonistas de las películas…  Viven. Y lo hacen llenos de verdad. 

Los dibujos de Sempé que acompañan al texto merecen un apartado especial. Trazados con gesto ágil y ligero, no complementan sino narran con voz propia la acción. Dan carácter y tono a la lectura y nos ayudan a crear nuestra propia mirada sobre Nicolás y los demás personajes. Como el siempre enfurruñado Caldo, la listilla vecina María Eduvigis (por la que siento especial predilección), el hambriento Alcestes o la paciente mamá de Nicolás.

Goscinny y Sempé crearon algo realmente especial con El pequeño Nicolás, algo a lo que rindo mi particular homenaje con esta recomendación. Algo que espero que os lleve a vivir alguno de los momentos maravillosos de los que he disfrutado yo.