El amor, sin límite.
La primera vez que en una escuela infantil me dijeron que soltara a un bebé que tenía en brazos me quedé muy sorprendida. Si unas profesionales de la educación me lo decían, por algo sería. Así que aunque todo en mí me decía que eso no era lo que debía hacer, solté a ese niño que, habiendo estado llorando, empezaba a calmarse en mis brazos. La reacción no se hizo esperar. En cuanto el pequeño tocó la cuna el llanto volvió, si cabe, con más fuerza.
Que el niño empezase de nuevo a llorar me hizo creer que iban a dejarme que lo alzase en mis brazos. Inocente de mí, creí que incluso me lo pedirían.
Nada más lejos de la realidad. Su respuesta física, ese llorar sin pausa, no hizo más que confirmar la teoría de la educadora que me había pedido que no lo sostuviese en brazos. ¿Ves? Me dijo. Lo único que quiere es estar en brazos. Y ante mi expresión perpleja añadió: si es que son muy listos, ya te irás enterando.
En mi recuerdo mi reacción me avergüenza. Yo era una estudiante en prácticas y quería hacer bien mi trabajo. Dejé al niño llorando y comencé a realizar alguna de las muchas tareas que siempre hay pendientes de hacer en la escuela. No podía dejar de preguntarme qué podía tener de malo que consolase a un niño pequeño que estaba llorando, y aún hoy me lo pregunto. Lamentablemente son muchos los centros escolares que aún piensan que tener a los niños en brazos es malo.
La diferencia con esos días radica en que el paso del tiempo, la experiencia y la continuidad en mi formación me han dado una seguridad de la que entonces carecía. Si hoy me piden que deje llorar a un niño o alguien comenta lo perjudicial que es tenerlos en brazos, puedo responder sin miedo que no tiene nada de malo consolar a un niño cuando llora, que no me están manipulando y que si llora, es porque necesita algo.
¿Qué es lo que necesita? Existe la errónea teoría de que si un niño tiene algunas de sus necesidades satisfechas (sueño, comida y cambio de pañal) el resto no solo es accesorio sino que no es adecuado. Esa creencia es incierta e infundada. Si un bebé que hace poco que ha comido y dormido llora es muy posible que lo haga porque quiere tener cerca a su madre, quiere que lo abracen, quiere sentir el amor y el apego con su adulto de referencia. La necesidad de cariño, de afecto, nunca es un capricho y nunca está de más.
Dar amor sin límite no significa consentir en todo lo que los niños quieran. No debemos confundir las cosas ni dejar que nos confundan. Dar amor es eso, mostrar a un niño que se le quiere y se le cuida sin condiciones, nada más. No implica que un niño vaya a conseguir todo lo que pida para evitar que llore, no significa ser permisivo en todo. Muy al contrario, estaremos transmitiendo que lo queremos más allá de todo eso.
Incluso la ciencia ha venido para poner poner las cosas en su sitio. Está demostrado que el cerebro de los niños en su primera infancia no está lo suficientemente desarrollado como para que puedan establecer la correlación ni la intención que haría falta para manipular a otro. Así que no, los bebés no pueden aprovecharse de nosotros. Y no, nosotros no podemos malcriarlos por un exceso de amor. Ni madres, ni padres, ni abuelos, familiares, educadoras, profesores, maestros, amigos… Nadie está cometiendo un error cuando consuela y abraza a un niño que lo necesita.
El amor, sin límites, por favor.