Enseñar aprendiendo

El verano y la temida retirada del pañal.

En pleno verano hay muchas familias con niños pequeños disfrutando de la arena de la playa, de los paseos al aire libre o de los chapuzones en las piscinas. También hay muchas otras pasándolo mal por un motivo que jamás debería estar entre los que meten presión a padres y niños. Ese motivo no es otro que la retirada del pañal

Con el final del primer ciclo de educación infantil llega el paso al segundo junto con el temido momento en el que el pañal debe desaparecer de escena. Y es que el año en el que los niños y niñas celebran su tercer cumpleaños es el elegido para que controlen sus esfínteres.

La elección no la han hecho ellos, por supuesto, ni tampoco la evolución natural, sino nosotros, los adultos. La hacen quienes deciden que, una vez entrado el segundo ciclo de infantil, los niños deben tener un control total sobre sus esfínteres; durante todas las horas que dure el colegio que, por cierto, no son pocas. No se entiende que la mayoría de los colegios obliguen a los niños a ir a clase sin pañal, pero así es. 

Es cierto que el verano es una buena época para experimentar y descubrir en qué fase está ese hito madurativo que es el control de esfínteres. Lo es porque el buen tiempo permite tener a los niños desvestidos mientras se acostumbran a sentarse en el orinal o el retrete. También porque los escapes, inevitables, son menos molestos y más fáciles de limpiar. Sin embargo, como evolución madurativa que es, este momento no entiende de calendarios externos y lleva su ritmo ajeno a nuestra intervención.

Las implicaciones de tratar de forzar el momento en que un niño controla sus esfínteres no son pocas. La primera que podemos apreciar y principal es el sufrimiento de la criatura que, ajeno a la absurda imposición social que le obliga a dejar de hacer sus necesidades en el pañal, sufre por no ser capaz de hacer aquello que se espera de él

No podemos olvidar que el pañal lo ponemos nosotros. El bebé no elige hacer sus necesidades en el pañal sino que somos nosotros quienes decidimos que esa es la forma más cómoda o práctica de que lo haga hasta que llegue el momento en que pase a utilizar el baño con nosotros. Así pues, pretender retirar algo que se ha normalizado en su día a día sin más explicación que nuestra elección arbitraria no parece demasiado respetuoso. 

El caso es que, sin nuestra intervención, los niños controlarían esfínteres en el momento en que madurativamente estuviesen preparados para ello. No es que tengan que aprender a hacerlo, es que forma parte de su desarrollo. Su evolución irá desde nombrar la caca hasta identificar la necesidad de hacer pis o caca antes de que suceda. Por norma general aprenderán primero a controlar las heces y el pipí diurno y después, el nocturno.

Eso, no obstante, no quiere decir que nuestra intervención no sea importante. Nuestra presencia puede influir, sí, pero lo deseable es que lo haga acompañando y no presionando. Lo más importante es respetar los ritmos de cada niño, sin presionar ni obligarles a hacer algo para lo que aún no estén preparados. Conviene recordar que controlar esfínteres implica un control muscular consciente e inconsciente y un grado de madurez previo necesario.

Como educadora entiendo que mi papel es ese: acompañar, enseñándoles a comprender mejor lo que sucede, transmitiéndoles calma y apoyo. No forma parte de mi tarea, a pesar de que así se me intente imponer, forzar a niños que no están listos para ello a dejar de llevar pañal, obligándolos a pasar tiempo sentados en un orinal en el que están incómodos o llevándolos al baño cada quince minutos hasta que casi teman entrar en la habitación. Prepararlos para el siguiente curso, aquel en el que en su mayoría dejan la escuela infantil y pasan a un colegio que cubra gran parte de su vida escolar, no incluye, en ningún caso, obligarles a hacer algo que, además, no lograrán hacer si no están listos para llevarlo a cabo.

Que la enorme mayoría de colegios obliguen a llevar a los niños sin pañal cuando pasan al segundo ciclo de educación infantil es un despropósito contra el que educadoras, maestras y familias deberíamos luchar