Dímelo leyendo

Ratoncita y el Muro Rojo, de Britta Teckentrup.

Ratoncita vive junto a otros animales en un lugar que está rodeado por un gran muro rojo. El muro rojo es muy alto y no tiene principio ni fin; simplemente está ahí. De hecho, lleva ahí tanto tiempo que todos aceptan su existencia sin plantearse pregunta alguna. Todos menos Ratoncita, que es muy curiosa, y quiere saber más.

Esta curiosidad lleva a Ratoncita a preguntar a sus amigos, los demás animales, qué es lo que saben sobre el muro. Sin embargo, nadie consigue saciar su curiosidad. Aunque ninguno de ellos parece saber muy bien cuál es la función del muro, no tienen especial interés en conocerla. Todos ellos simplemente aceptan la realidad de la existencia del muro sin preguntarse si sería posible cruzarlo.  Todos tienen miedo.

El miedo es un sentimiento necesario y como emoción básica, no es ni bueno ni malo por si mismo. El miedo tiene una función de protección importante en nuestras vidas, pues nos previene de los peligros, poniéndonos alerta cuando detectamos que algo amenazador se aproxima, para reaccionar rápidamente y así poder protegernos.  

Pero en ocasiones el miedo parece querer instalarse para siempre en nosotros. Nos paraliza y oprime y nos hace sentir muy mal. Cuando sentimos tanto miedo que este domina nuestras vidas, tenemos un problema. Entonces es muy importante aprender a gestionarlo para evitar que nos avasalle e impida que vivamos cosas asombrosas. 

Los protagonistas del libro viven en la comodidad de lo conocido sin atreverse a salir de su zona de confort. Suerte que tienen a Ratoncita para ayudarles. Britta Teckentrup, autora de una extensísima lista de álbumes infantiles (entre los que yo personalmente destaco Bajo el mismo cielo, una maravilla que nos habla con sencillez de un tema tan tremendamente complejo como es la muerte), ha creado en Ratoncita y el muro rojo una protagonista valiente, una exploradora que ansía ser libre. Esto le dará la fuerza necesaria para, a lomos de un pájaro, ver lo que otros no se atreven a contemplar: el mundo que se esconde más allá del muro.

Los niños son curiosos por naturaleza. Como Ratoncita, su impulso de explorar y recorrer el mundo les anima a ir, poco a poco, alejándose de su zona segura. Una zona segura que, en la primera infancia, se traduce en el vínculo con la figura de apego. Por eso, crear un vínculo seguro con ellos resulta de vital importancia. Al contrario de lo que, en ocasiones, se nos anima a creer, los niños se atreven a alejarse y explorar cuando se sienten seguros y atendidos. 

Las cosas que los protagonistas del libro se están perdiendo por vivir anclados en sus miedos están plasmadas en las preciosas ilustraciones del álbum. Realizadas con sencillez y elegancia, basadas en una magnética policromía, y presentadas en la cuidada edición de Nubeocho, son una parte fundamental de la historia. Ese imponente muro rojo puede ser cualquier oportunidad que hayamos perdido por vivir en el conformismo o el miedo propios. Si además queremos leer el álbum a niños muy pequeños, encontrarán en ellas una forma genial de seguir la historia.  

Porque siendo sinceros, no atreverse a adentrarse en lo desconocido no es algo exclusivo de los niños. Si bien es cierto que la infancia es la mejor época para sentar las bases que nos acompañen durante toda nuestra vida, los adultos podemos vernos perfectamente reflejados en la historia que nos narra la autora. Somos los mejores en ponernos barreras a nosotros mismos. Así, el gesto de ratoncita al cruzar el muro, se convierte en un ejemplo de confianza en uno mismo y nos da esperanza. 

La vida es dura y maravillosa y fácil y complicada y muchas cosas opuestas entre sí. Pero si no nos atrevemos a explorar y adentrarnos en lo desconocido nos perdemos la oportunidad de contemplar todo lo que está ahí fuera, esperándonos. Porque, en ocasiones, no hay muros más altos que los que nos construimos nosotros mismos.